TWEEDLEDUM
Era una noche del cálido mes de Diciembre en los parajes del Bosque de las AntiFábulas Innarrables.
Los días de la recolección de frutos se estaban terminando porque pronto empezarían las cuatro semanas de burbujas torrenciales y los campos estaban casi desiertos de gente.
Sólo se podía observar a un par de personajillos discutiendo al lado de un hermoso árbol frutal.
El gran problema era que tenían que hacer el mejor pastel de Deedum para presentarlo al concurso de burbujas y así poder ganar el primer premio y quedar sumidos en la mayor de las pobrezas.
La complicación la aportaba la naturaleza del fruto ya que no todos los deedums eran salados, y hacer un pastel de deedums dulce no les daría mucho éxito. Por lo que su objetivo era conseguir el mayor número de frutos posibles para así dar con el acertado.
Pero esto no resultaba fácil, porque esta tarea requería mucha concentración y coordinación.
Normalmente las parejas del Bosque de las AntiFábulas Innarrables estaban formadas por personas de idéntico aspecto físico lo cual hacia bastante mas fácil la labor, en cambio, Los Tweedle, era una matrimonio bastante atípico, ella era una señora bajita y muy delgada mientras que su marido era alto y proporcionalmente gordo.
Al ser de constituciones físicas tan distintas no podían realizar movimientos parecidos ya que ninguno entendía como se movía el otro, por lo que a la hora de imitarse la distancia y la velocidad de los movimientos era relativamente distinta.
Tras días y días de esfuerzo y discusiones, la señora Tweedle decidió marcharse y renunciar a la pobreza que tanto deseaba. Pero antes de irse propinño un empujón a su marido.
Fue increíble ver la fuerza con la que el señor Tweedle se estampó contra el árbol. Nadie nunca entendió de donde sacó esa fuerza que no había demostrado tener nunca. Se rumoreaba que durante todos los días de su vida había ido acumulando la dosis diaria de fuerza hasta que la dejo estallar en esa ocasión.
El impacto hizo caer todos y cada uno de los frutos del árbol. Eran de muchos colores pero todos ellos tenían perfectas proporciones esféricas, salvo uno que llamo especialmente la atención al señor Tweedle. Era más grande que los demás y tenia la misma forma que el numero ocho (o el símbolo de infinito si lo mirabas girándolo 90º)
Después de agitarlo, escucharlo, chuparlo y olerlo decidieron que debía deberse a un pequeño error de la naturaleza pero al ser el primero que cometía con ellos la perdonarían y no regarían con agua todos los campos en épocas de sequía.
Y sin ningún reparo tiraron el frut-ocho, como ellos mismos lo denominaron, a un extraño agujero que encontraron en la pared del cielo e iniciaron su marcha.
De repente una voz habló desde el agujero diciendo con voz melodiosa.
Porque tu no eres muy malo
Y me obsequias con un Deedum
Dos gemelos te regalo
Tweedledee y Tweedledum
Y salieron disparados dos pequeños niños llorones. ¡Que suerte habían tenido Los Tweedle! Era la primera vez que veían un agujero de esos y encima les había regalado dos gemelos.
Que ilusionados parecían al principio y que desesperados estaban pasadas unas horas.
Los niños tenían una característica especial que consistia en que cada vez que uno emitía cualquier sonido o hacia algún movimiento, el otro le imitaba a la perfección.
Después de tres días, el matrimonio desesperado, decidió devolver a los gemelos por el agujero del cielo del que procedieron. Por lo que se aventuraron al bosque y lanzaron a los niños al sitio del que habían venido.
De nuevo la voz entonó, esta vez con un tono un poco más brusco.
Los gemelos me has devuelto
para echarlos de tu rumbo
Os disuelvo de este mundo
Y el problema esta disuelto
Y el matrimonio desapareció esfumandose en ese mismo instante dejando a los niños, ahora más tranquilos, sentados en la esponjosa arena. Nunca nadie supo nada mas del matrimonio.
Precioso fin de la historia de los Tweedle que da comienzo al también precioso inicio de la vida de los gemelos Tweedledee y Tweedledum.
Un claro en el bosque de las AntiFábulas Innarrables. Dos pequeñas figuras se refugian entre unos arbustos. Dos extraños niños gemelos tan parecidos que no se podrían distinguir si no estuvieran juntos. Estaban solos, sin ninguna compañía y sin nada con lo que poder alimentarse.
Pasaron los días y dio comienzo la primera semana de burbujas torrenciales. Millones de burbujas rellenas descendían del cielo cada dieciséis horas, doce minutos y ocho segundos. Cada burbuja tenia exactamente medio mol de contenido en su interior y los gemelos tuvieron la gran suerte de que les cayera al lado una con unos piñones sin piña. Medio mol de piñones que devoraron en un abrir y cerrar de ojos.
Lo que ellos no sabían era que los frutos eran mágicos y que modificaban el tamaño de las personas que los ingerían. Pasaron por una gran variedad de alturas distintas hasta que tras saborear el último bocado se establecieron en exactamente un metro y sesenta y dos centímetros.
Pasaron los años y no tuvieron mayor compañía que la suya propia. Día tras día, siempre hacían las mismas cosas, cantaban y bailaban, discutían, jugaban e incluso dormían, todo en periodos de cuatro horas.
Como los días duraban dieciséis horas les daba tiempo a hacer cuatro actividades que distribuían de forma variada dependiendo de los diferentes días de la semana.
De ahí que llamaran casilla cuatro a la zona del bosque donde Vivian.
Su relación era bastante buena salvo por las largas peleas que mantenían constantemente. Muchas de ellas incluso tenían que solucionarlas con pequeños duelos en los que en el ultimo momento Tweedledum se retiraba alegando cualquier tipo de enfermedad.
Todo era rutina y monotonía hasta que un día apareció por allí un personaje vestido con capa y con corona: El rey rojo.
Parecía muy cansado y buscaba un sitio para dormir. Los gemelos al verle corrieron a tocarle y a hablar con él ya que les parecía extraño que existiera alguien diferente a ellos.
El pobre rey, ante el avasallamiento de palabras, les explico muy educadamente como había que presentarse y saludar con educación. Una lección con la que los gemelos quedaron muy satisfechos. A cambio, el rey les pidió que le dejaran echarse un rato a descansar sobre la hierba húmeda.
Y su relación se convirtió en eso, el rey les enseñaba distintas normas de educación y protocolo a cambio de que ellos les dejaran descansar.
Pero con el tiempo los gemelos se cansaron de este trato ya que estaban deseando aprender mas y más.
El rey, que era muy astuto, decidió inventarse una historia que asustara a los gemelos así que les relató una pequeña historia en la que el rey justificaba que la existencia de los hermanos se debía a los sueños del rey y que si este no podía dormirse dejarían de existir.
Además, aprovechándose de que le gustaba dormir cuando el cielo estaba nublado, les advirtió que un cuervo les estaría vigilando y que le advertiría si le perturbaban el sueño oscureciendo el bosque. De esta forma se aseguraba que, por lo menos sus ratos de descanso, los gemelos no le molestarían.
Todos se acomodaron a esta forma de vida y durante años el rey se encargo de la educación de los gemelos enseñándoles canciones, poesías y diversas materias como matemáticas y lógica. Pero aun asi, a veces, añoraban que alguien nuevo se cruzara en su camino.
Una mañana soleada escucharon unos sonidos que procedían del camino que venía de la casilla tres. Se trataba de una personita casi tan pequeña como ellos que se acercaba lentamente.
Tras unos momentos de indecisión decidieron quedarse parados como estatuas de cera para observar como reaccionaba la extraña niña...
No hay comentarios:
Publicar un comentario